X e Y sobre ser Profesor.
Y: Ando preocupado, mañana comenzarán mis clases
X: ¿Qué estudiarás? o más bien, qué aprenderás que necesitas que otro te lo enseñe.
Y: No, enseñaré yo.
X: Buen motivo para preocuparse, asumo que planearás hacer una clase ligera, divertida, esa que dicen que los jóvenes de hoy necesitan para aprender más rápido las cosas. Y conociéndote, sé que eso te costará más, la diversión nunca fue tu fuerte.
Y: No lo había pensado pero ahora que lo dices mi preocupación crece.
X: ¿Y qué enseñarás?
Y: Eso no importa, sino lo que implica enseñar, fungir de profesor pues qué profesión más arrogante.
X: ¿Por qué lo dices?, acaso por el hecho de enseñar verdades que en realidad ni uno mismo se las cree.
Y: Algo así, es decir que nos enseñaron que esa expresión “magister dixit” no había que tomársela en serio, sino que debemos dudar de todo lo que se nos dice, hasta llegué a escuchar que un maestro -al responderle en algún examen oral de un inefable curso- me increpó: “¿Y de dónde usted ha sacado eso?”, le mencioné que en una clase él mismo lo había dicho, así que me refutó diciendo: “¿Y usted me cree, yo le pude haber mentido?” y tenía razón, debí haber revisado otras fuentes; sin embargo, el asunto es que cuando uno no sabe nada de lo que aprenderá, nos dan versiones que tendremos que siempre cuestionar…
X: Ah, pero esa es la naturaleza del aprendizaje, no creo que eso te incomode, más aún, me sorprende que lo menciones…
Y: No debería sorprenderte, ya que no lo digo como un aprendiz, sino como un potencial maestro. Es como aquél predicador que promete el cielo, llena templos todos los domingos con sermones que auguran una próxima vida celestial estando seguro de ello. El maestro inocula la duda para no tener que renegar de su fe cuando esta lo abandone.
X: ¿Me dices que preferirías ser un adoctrinador a un maestro?
Y: Asumo que sí, creo que preferiría eso, mantienes la conciencia blanca y decente.
X: No lo sé, no comprendo bien cuál sería el beneficio.
Y: Te doy un ejemplo, un maestro es como un hombre sentado en un puerto que mira al horizonte, un marinero le pregunta por dónde queda tal isla, el sujeto toma su mapa y le dice que tal es la dirección, el adoctrinador es aquél que se sube contigo al barco y te dirige a donde él cree que está dicha isla. Si se pierden, todos naufragarán con él. En cambio, en el primer caso, si te pierdes, vas sólo sin poder reclamar a nadie tus malas decisiones aunque estas en un principio puedan haber sido guiadas por un mal orientador. Hasta diría que detrás de todo ello hay un componente moral.
X: Pero a veces uno toma esas decisiones por su cuenta, parte del aprendizaje está el descubrir lo falso, equivocarse tantas veces como pueda para elegir el camino correcto… es una opinión de autoayuda pero en esta ocasión no queda más que decirla por consuelo.
Y: Estás en lo correcto, pero por otro lado no todos tenemos la fe para saber que es momento de corregir el rumbo. Con las ideologías, uno así no vea resultados inmediatos cree en ella. El escepticismo en que se fundamenta la enseñanza de estos días hará que la ciencia avance no obstante hará individuos más desdichados, aquellos a los que les falte la fe, esa que nos hace creer en nosotros mismos. Por eso muchos quedan a la deriva en un mar de niebla, sin brújula ni esperanza.
X: Entonces ya pensaste en lo que les dirás a tus marineros el día de mañana en clase.
Y: Sí, les enseñaré a que elaboren una oración a sí mismos y que la aprendan a rezar.